Brigid
Por fin, aquel hombre había acabado de hablar. Me resultaba un tanto cansino y su despedida fue un tanto patética… “Quiero deciros que ante cualquier problema ahí voy a estar para ayudaros a solucionarlo.” Qué se creía, ¿mi padre? Bueno más que mi propio padre, porque a pesar de tener es como si no tuviera… Al igual que madre. Tenía y no tenía a la vez. Me levanté de la mesa, cogí la mochila y me dispuse a salir de la clase mirando al suelo, deprimida y pensando que no iba a volver a clase nunca más. Ese había sido mi primer día y el último, pues no pintaba nada allí y aunque faltara nadie notaría mi ausencia. Estaba deseando llegar al apartamento, dejarme caer en la cama y no volver a moverme de allí nunca más. De repente, me choqué con alguien. Perdón. Levanté la cabeza y vi que me había chocado con Lilith. Esta se dio la vuelta y me miró sin sorprenderse apenas de que fuera yo, pues parecía haber reconocido mi voz. No pasa nada. Anda tu cara me suena. Miré al frente y vi al chico moreno. Lilith también dirigió su mirada hacia él. ¿En serio? Todo mi cabreo se disipó, pues parecía que en realidad sí que se acordaba de mí. Sí, ¿no nos hemos chocado antes al entrar? Sí. Pues te pido disculpas otra vez, hay veces que no se en donde tengo la cabeza. No pasa nada, jajaja. Bueno, no querréis quedaros a vivir aquí, ¿o sí? Vámonos fuera, anda. Vale. Está bien. Ok. Salimos de la clase en silencio, el chico castaño el primero, seguido de Lilith. Yo iba detrás de Lilith y el chico moreno me seguía. En cuanto salimos al pasillo, se situó a mi lado y rompió el silencio que había entre los dos. Por cierto, no se como te llamas. ¿Yo? Pues me llamo Brigid, ¿tú? Lugh. Lugh… ese nombre me resultaba familiar, era el nombre de mi personaje favorito de mi libro preferido de la infancia. Tierna infancia, creo que en pocas ocasiones conseguí ser feliz… Los momentos en los que era feliz, era en los que me encerraba en la habitación, sola. Pero no todos los momentos en los que me aislaba era feliz, únicamente lo era en aquellos en los que la aguda y penetrante voz de mi madre no se oía. Los momentos de silencio, en los que me ponía a leer y por unas horas no era yo, el “mundo real” no existía, o por lo menos yo no lo consideraba el mundo real. El mundo real para mi era el de la historia que estaba leyendo. Yo estaba al lado de los personajes o me metía dentro de ellos. Sí ellos sentían miedo, yo sentía miedo, si ellos amaban, yo amaba, si ellos sufrían, yo sufría… Ellos eran yo y yo era ellos. Eso habían sido los libros siempre para mí, una válvula de escape de un mundo al que en realidad no pertenecía, en el que me encontraba obligada a vivir y a relacionarme con gente que en realidad no querían si quiera dirigirme la palabra. Tenía amigos, pero no amigos de verdad. Mis verdaderos amigos eran los personajes de los libros. Y el personaje del cual estaba enamorada desde niña se llamaba casualmente Lugh. En la historia era castaño, con el pelo corto y ojos grises, bastante disímil al Lugh de la realidad. Pero como era físicamente en la historia no era lo que me había cautivado del personaje. Lo cautivador era su forma de ser: amigo de sus amigos, a estos los defendía a muerte. Le importaba poco lo que pensaran de él el resto de personas que eran ajenas a su vida y con las que no se relacionaba porque le caían mal. Antisocial, iba contra toda norma establecida que no le pareciera justa, es decir, la gran mayoría de las normas. Además, sabía escuchar y dar buenos consejos y era muy protector. Este era el Lugh de la historia que tanto me gustaba. ¿Interiormente el Lugh de la realidad sería tan distinto a como lo era físicamente del Lugh de la historia? No lo sabía… ¡Eeeyyyy! Te has quedado empanada mirando a la nada, ¿estás bien? ¿Qué? De repente aterricé de nuevo en la tierra, debía haberme quedado con la mirada perdida y expresión de subnormal durante algo más de un minuto. Lo siento, no pretendía asustarte… Es que se me va la cabeza... No te preocupes, a mi hay veces que también me pasa. Lo único es que me has dado un susto de muerte, pensé que te había dado un chungo o algo… Nah, por mi no te preocupes. Chicos, os quedáis atrás, ¿os ha pasado algo? No Lilith, ya vamos. Vi que Lilith nos había hablado desde la escalera que estaba al fondo del pasillo y que a su lado estaba el otro chico del que todavía no sabía el nombre. Lugh y yo nos encontrábamos todavía al lado de la puerta, y me tenía agarrada por la cintura, como temiendo a que me cayera en cualquier momento al suelo, pues durante mi abstracción debí de haberme tambaleado y él seguramente había tenido los reflejos suficientes para agarrarme e impedir mi caída. Estoy bien, no hace falta que me sigas sosteniendo, gracias. Vale, pero aun así no me fío mucho… Quién sabe si tu cabeza decide irse otra vez. Déjame que al menos te lleve cogida del brazo hasta que salgamos a la calle y te de el aire, así creo que ya no habrá riesgo de que vuelva a pasar lo mismo. Me agarró esta vez del brazo derecho tal y como había dicho. No opuse resistencia, pues sentía mi cuerpo un tanto débil, y me dejé llevar por él hacia la escalera donde nos esperaban los otros dos.